Me fui unos días a desconectar de esta locura del día a día,
del enfrascamiento de estar “encerrada” en casa,
primero por el confinamiento,
después por circunstancias ajenas a mi voluntad.
Mi cabeza en su deber martilleante del pensar,
hay que hacer esto, lo otro, así o asá,
sin dar tregua ni paz,
parloteo incesante cuyo único fin es el torturar.
Imprimiendo fuerza y energía
en al encrucijada del presente,
hacia metas confusas
que surgen del pasado
desde un yo desgastado.
Sin más remedio que parar de pensar,
conseguí hermanarme con mi mente,
transformando todo nervio insolente
en agradable río que encuentra la muerte en el sobrio mar.
De vuelta al punto de partida
la realidad golpea como una estaca abanderada,
con una respiración honda y profunda,
decido: ya no quiero ser jugada.-
Ahora me toca a mí jugar.
Con la espátula del agradecimiento en la mano
y soltando las amarras del pasado,
regalando recuerdos, olvidos y menesteres,
avanzo hacia mí, hacia ti, hacia todos
con mis sentidos más fuertes.
Por demás está rugir en el hacer
ya que sigilosamente surge
en el florecer y morir
en el morir y florecer
en el ser o estar, en el haber.
Cuanto más “parada” estoy
más se curva la realidad ante mí
para ofrecerme su singularidad
para ofrecerme la efectividad
como un camino real surge el Tao en mí.